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Cultura | Valdeprado del Río

125 años de 'La Robla'

Montesclaros y Mataporquera acogen este sábado un encuentro conmemorativo por el 125 aniversario de la Compañía de Ferrocarriles de La Robla

La estación de Montesclaros será este sábado el escenario elegido para conmemorar el 125 aniversario (1894.2019) de la fundación de la Compañía de los Ferrocarriles de La Robla. El acto, organizado por los ayuntamientos de Valdeolea, Valdeprado del Río y Las Rozas de Valderarroyo (los municipios por los que discurre su trazado en Campoo) y la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Mataporquera, comenzará a las 11.30 horas con un encuentro inicial para celebrar la efeméride que dará paso a un coloquio sobre el ‘Pasado, presente y futuro del Ferrocarril' en el Santuario de Montesclaros a las 12 del mediodía.

A las 14.00 horas el público disfrutará de una comida popular muy apropiada para la ocasión, consistente en una olla ferroviaria.

Por último, para despedir la jornada conmemorativa los asistentes se desplazarán hasta la capital de Valdeolea para visitar el Museo del Ferrocarril de Mataporquera.

(La imagen superior corresponde a la celebración en Montesclaros del 25 aniversario del ferrocaril).

BREVE HISTORIA DEL FERROCARRIL DE LA ROBA

En 1894 queda oficialmente inaugurado el Ferrocarril Hullero de La Robla a Balmaseda, 284 km de línea ferroviaria, diseñados por don Mariano Zuaznavar, que, atravesando Vizcaya, Burgos, Cantabria, Palencia y León, la convertirían en el tendido de vía estrecha más largo de todo Europa Occidental.

Calificado por algunos autores como un tren de corte colonial su planificación, construcción y puesta en funcionamiento hay que entenderlas en una estrategia de más largo alcance.

La Robla nace financiado por capitales vinculados a la industria pesada y a la banca vasca para transportar la hulla y la antracita que comenzará a explotarse sistemáticamente en las montañas leonesas y palentinas a partir del último cuarto del siglo XIX con el objetivo de alimentar la potente siderurgia vizcaína.

Aunque el trazado original ya cumplió los objetivos iniciales propuestos, el tenido definitivo se realizó en tres fases. En la primera se construyó el tramo de la Robla, punto de enlace con los ferrocarriles del Norte y con las cuencas mineras a que estos daba servicio, a Balmaseda, localidad vizcaína donde se unía mediante una concesión con el ferrocarril de Santander-Bilbao, que posibilitaba la llegada de los convoyes y el mineral hasta su destino, la cuenca de Nervión, los carbones castellanos y leoneses.

En una segunda fase se prolongó hasta la localidad de Luchana con lo que la vía alcanzó 312 km de longitud. Finalmente, ya en 1923, se completó el trazado con un ramal que unía Matallana con León.

Si bien el carbón y su transporte constituyeron la causa de su construcción, lo cierto es que La Robla permitió la puesta en explotación de otras industrias a lo largo de su recorrido, siendo las más destacadas las relacionadas con la extracción de arenas y áridos, actividad que aún se mantiene en la localidad burgalesa de Arija para, entre otros productos, la elaboración del vidrio.

Minerales, productos agrícolas, materiales transformados convivieron con el uso de la línea por parte de los habitantes de la comarcas que atravesaba el ferrocarril. El paso de los años propició que los castellanos hiciesen de La Robla la vida para buscar nuevos horizontes en las ciudades del norte.

Los vizcaínos, por su parte, vieron en el hullero un medio para el turismo estacional con destino a las Merindades burgalesas.

La dependencia del ferrocarril con respecto a la explotación de las minas provocó lo inevitable. La crisis de éstas ocasionó una pérdida progresiva de la rentabilidad de la vía férrea, no mitigada por la puesta en marcha de diferentes planes de mejora.

En 1972 el Estado, a través de FEVE, se hace responsable de su gestión, abriéndose paso un largo periodo de dos décadas de prolongada agonía en el que se suprimió la circulación de viajeros.

Desde mediados de la década de los 90 se pusieron en marcha diversas iniciativas de recuperación del ferrocarril que permitieron que se reanudase con garantías la circulación de carbones, en esta ocasión, procedentes de los puertos del Cantábrico con destino a las centrales palentinas y leonesas, y que, desde 2003, volviese a recorrer en su trazado el Trascantábrico, última fase de la restauración completa del tráfico de viajeros en la totalidad del recorrido de La Robla.