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Con mi compañera de color

Шымкент. Казахстан - Shymkent. Kazajistán

Шымкент. Казахстан - Shymkent. Kazajistán

"Soy el único turista que visita la ciudadela de Shymkent, la construcción más emblemática, y creo que así haya sido por meses"

Acrónimo.

Sigo con el del tic del bolsillo trasero, consecuencia indisolublemente asociada al síndrome del pasaporte perdido. Consiste en realizar reiteradamente el ritual cuyo procedimiento es:
- Bolsillo izquierdo, cartera. Cremallera cerrada.
- Bolsillo derecho, móvil. Cremallera arriba.
- Bolsillo trasero, pasaporte. Cerrado.

Fue el año pasado, en Dyarbakir, en el Kurdistán turco, pero los efectos son duraderos, so pena de otro atracón de baklava para pasar la pena de la pérdida del valioso salvoconducto.

Almaty es una ciudad amigable, acogedora y cosmopolita, como corresponde a una gran urbe que, además, hasta hace 25 años ha sido la capital de un estado. Por miedo a que su potencial atractivo me retenga indefinidamente, emprendo el camino de poniente.

- Me ha tocado la litera de arriba.

- La señora de debajo, con su pañuelo, tiene pinta de abuelita entrañable. Fijo que es más joven que yo.

- La tía de la ventanilla de la estación es vacilona (sigue el "efecto emérito"), pero me quiere meter dos Euros de comisión. (El efecto continúa mostrándose impreciso)

- Mientras recorro el tren, un revisor me ha dado la mano como ese colega que hace un mes que no ves.

- Me ha sonreído una niña chinita, de unos tres años, con dos coletitas y todo. La más guapa que he visto en mi vida. Cosa rara, pues así como entre los cristianos es habitual que los niños sean guapos y, a medida que crecen, se deterioren, entre estos paganos los infantes son bastante feúchos, mejorando, sobre todo ellas, con el transcurrir del tiempo.

Una moda que hace furor es la de los morritos operados. Terrible. Estas además deambulan con un aire de "pero cómo puedo ser tan estupenda". Me es fácil empatizar. Entre pijos nos entendemos a lo largo y ancho de Pangea y compartimos miradas que entrañan esa peligrosa combinación de envidia e insolencia.

- Al bajar de la litera, se ha corrido la escalera y me he dado un costalazo. La abuelita entrañable no se ha reído. Anda, que si llega a ser alrevés.

- Viajo en TALGO. Sí, sí. Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol. Clásico ejemplo de a cuando estábamos en el "insti" y nos contaban lo que era un acrónimo. Que sigue vigente. Es el top en el mundo del transporte ferroviario kazajo.

- Son las 9 de la noche y en la calle marca 38°. Me estoy pensando si quedarme a vivir en el tren.

- Veo a un niño gordo chino comiendo un calabacín a palo seco. Este artista, cuando no le ve la madre, zampa bollicaos hasta que se le ponen los ojos redondos. A mí me la va a dar.

- He sacado billete a Shymkent, pero aún no he decidido si me bajaré antes.

- Invito a la señora entrañable a una manzana. Declina.

Al llegar al destino, me saluda Jambó. (Es lo que yo he entendido por nombre, pero en estos tiempos que nos ha tocado vivir, en los que los Restitutos y Celedonias están al borde la extinción, bien podría llamarse Jean Paul y la sensibilidad de mis entendederas, tan excelsamente dotadas para captar los más insignificantes matices de las parlas centroasiáticas, hayan venido a transmutar su apelativo). Me enseña fotos del cañón de Charyn. Parece ser qué hemos compartido excursión y, por alguna razón que se me escapa, mi cara ha quedado grabada en su memoria. Menos mal que no me enrollé con la tía de los dientes de oro. Habría habido testigos de la fechoría.

- Un operario del tren me hace 100 preguntas. Está mosca.

- El TALGO carece de WIFI. No me queda más remedio que llegar hasta Shymkent.

- La señora entrañable me invita a un bombón. Acepto.

Soy el único turista que visita la ciudadela de Shymkent, la construcción más emblemática, y creo que así haya sido por meses. Las encargadas de las diferentes dependencias, todas canijas, gordas y con dientes de oro, que no quieren exponerse al sol, no paran de vocearme: tira "p'acá", tira "p'allá", tira "p'al otru lau". Solo una de ellas es considerada; la que duerme como un cesto, tirada en una alfombra, al lado de una figura que representa la vida en una yurta. Os quedáis sin foto, que justo cuando estaba desenfundado, la sonó el móvil. Por los pelos.

- "No ticket".

- "¿No ticket, eh? Ya sé que me la has metido doblada" pienso para mí cuando paso por la ventanilla de la entrada. En fin, discutir en kazajo es algo que no apetece a 38°. En "ruski" tampoco. No porque no domine las lenguas, eh. 1000 Tenge, unos 2€, me van a dejar sin comer.

Shymkent se encuentra en un paraje habitado desde el s. IV antes de nuestra era, sin embargo, su establecimiento como ciudad data del siglo XII. Como muchas otras en la zona, surgió como un importante caravanseray inserto en la ruta de la seda. La mencionada ciudadela ha sido hasta el siglo XIX, a lo largo de siete centurias, una fortaleza defensiva que, perteneciente al Khanato Kokand, ha soportado incontables asedios. Las sucesivas reconstrucciones y remodelaciones hacen que no queden a penas vestigios del bastión primigenio. La idea inicial era "peregrinar" (a casi 40°se es un penitente, no un turista) al mausoleo de Koshkar Ata. Cuenta la leyenda que este le pidió a su hermano que llevase agua del manantial que allí había a Ahmed Yasawi, ordenándole que no mirase atrás en su camino a Turkmenistán. Al igual que hiciera la esposa de Lot, este desobedeció, derramándose el preciado líquido. Del lugar en que cayeron las cántaras surgió una pléyade de manantiales que dieron lugar al río que hoy abastece de agua a Shymkent. Esa era la idea hasta que, en la búsqueda a través de la caótica estructura urbana de aquel barrio en obras, se me cruzó el Bazar Kirguís. Santones hay muchos, pero el bazar Kirguí solo hay uno. Inmenso, carente de orden lógico...y encantador. Precios ridículos en burdas copias de marcas. Un sombrero, que realzará mi apostura, aumentará la masa de mi negra. "Women" leo por la tarde en una visible etiqueta. La dependienta que espanta con un trapo las moscas que se posan en la carne. La triste zona de pescadería, donde los productos mayoritarios son ahumados y salazones. Recordemos que, a pesar de su gran tamaño, Kazajistán es un país enclavado. El Caspio y el Aral (DEP) no dejan de ser inmensos lagos salados.

Hay dos razones que sirven para comprender el por qué de la importante minoría rusa en la ciudad. Por un lado, con el avance nazi en la Rusia europea durante la Segunda Guerra Mundial, estos se vieron obligados a trasladar de la zona en riesgo un importante número de factorías que, de caer en manos del enemigo, harían impensable el esfuerzo defensivo. Por otro lado, ya antes hubo una importante avalancha de rusos étnicos, debido a que en esta comarca se estableció un gulag.

Lejos de mecerme, los brincos que pega el coche, que circula por una vía que no está a la altura del tren, se retroalimentan con mi insomnio. Angustia, ansiedad, desasosiego. En resumen: "mecagüentó".

 

NOTA: Quizá debería de haber comenzado por aquí, ya que de lo que se trata es de pediros excusas por las erratas lingüísticas que pueda haber cometido. Confío en vuestra magnanimidad, pues a mi desconocimiento de algunos fundamentos, hemos de añadir el hecho de que escribo con el móvil, casi siempre mientras viajo y en momentos en los que debería de estar durmiendo. Igualmente y con sinceridad, agradeceré vuestras correcciones