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Naturaleza | Norte de Burgos

Orbaneja del Castillo, esbelta, ligera y mágica

Orbaneja del Castillo, esbelta, ligera y mágica

Camellos besándose, arquitectura medieval y un Ebro ácrata, hacen de este pueblo del norte de Burgos uno de los más bonitos de España

En Orbaneja del Castillo los turistas entran, sin quererlo, hasta la cocina de las casas de los vecinos. El precio que pagan por vivir en uno de los pueblos más bonitos de España es renunciar a su intimidad.

Nadie quiere perderse el espectáculo kárstico, cincelado sobre caliza y modelado por el agua, de este pueblo burgalés del valle de Sedano, encajado en la comarca de Páramos y descolgado desde Bricia hasta el río Ebro. La imaginación se dispara entre sus calles medievales de toba; por el continuo susurro de sus saltos de agua o dentro de los recovecos de sus cuevas. Encima del pueblo, donde menos se fija el visitante porque no es visible si no se corona el páramo, hay unas eras donde cada parcela dispone de un ‘chozo' construido con piedra en seco para guardar los aperos de labranza.

Descendiendo hacia las casas, donde las encinas empiezan a escalar por el norte, un dromedario reivindica la soberanía castellana de estas tierras y en frente dos camellos se besan sobre África. Si se estira la sugestión, custodiando a los enamorados hay moais montando guardia y caras abruptas machacadas por el sol y el viento. Un skyline caprichoso y cambiante desde el que los buitres, halcones peregrinos o águilas y búhos reales vigilan sin ser observados.

Hay vestigios de vida desde el Epipopaleolítico, han vivido cristianos, mozárabes y los templarios establecieron aquí el desaparecido Hospital de San Albín, descanso para los peregrinos del Camino de Santiago. Hoy son medio centenar de vecinos, cifra que se multiplica en la época estival por los veraneantes y que se dispara cada fin de semana por los turistas.

A 660 metros sobre el nivel del mar y enclavada al comienzo del Espacio Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón, en Orbaneja del Castillo el río se retuerce y vuelve sobre sus pasos para contemplar el espectáculo que ha dibujado. Se entretiene por el norte de Burgos y, mientras lo abandona despidiéndose en azul plata con la ayuda del sol, nos regala una de las etapas más bonita del GR-99.