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Sociedad | Reinosa

Mi reducto verde en Reinosa

Mi reducto verde en Reinosa

Medio centenar de familias cultivan desde este mes los huertos urbanos ecológicos en Vista Alegre

Algunos por probar, otros por recuperar el trabajo que abandonaron sus padres hace décadas, también hay quien lo elige para desconectar o relajarse, pero todos cultivan su huerto para saber lo que se llevan a la boca. La cuestión es que la mayoría de los vecinos de Reinosa que han solicitado las parcelas municipales con fines agrícolas para autoconsumo, repiten cada año.

Esta es la quinta edición del programa Huertos urbanos ecológicos y según Ana Juanes, técnico medioambiental y coordinadora del proyecto, este año hay 11 nuevas solicitudes y otras 35 familias ya llevan varios años recogiendo los frutos de la finca de Vista Alegre. Una tierra con una extensión total de unos 3.300 metros cuadrados, dividida en 42 parcelas iguales (una para cada hortelano), donde tres de ellas están compartidas.

Oscar Ruiz, concejal de Medio Ambiente del ayuntamiento de Reinosa, apunta que con esta iniciativa pretenden fomentar la agricultura ecológica, conciliando la utilización del suelo municipal con un desarrollo sostenible en la ciudad, estableciendo un espacio de ocio y disfrute para la sociedad en un entorno naturalizado que persigue la integración entre los vecinos a través de un buen ambiente.

A su juicio, el criterio del volumen de la producción es secundario, y se decanta porque esta iniciativa permita disponer de un lugar de encuentro para intercambiar experiencias y compartir la afición por la agricultura. Está pendiente una ordenanza municipal para regular su funcionamiento y los productos no se puede vender, son para consumo propio. Además, y en sintonía con la filosofía de la agricultura ecológica, los usuarios deben cultivar al menos seis productos diferentes. "No se trata de venir y sembrar toda la finca de patatas para volver a recogerlas en octubre", precisa el edil de Medio Ambiente.

Hay quien ha heredado el conocimiento del campo por transmisión familiar, también está el que improvisa y experimenta con nuevos cultivos y otros que se valen de una consulta rápida en Internet o de manuales de cultivo ecológico para hacer de este terreno de 78 metros cuadrados su reducto verde en Reinosa.

Tranquilidad y buenos alimentos

Adrián Gutiérrez (30 años) lleva 5 años con los huertos. Está plantando unas cebollas y hace gala de excelsos conocimientos en materia agrícola para explicar el resto de hortalizas que va a sembrar. Va poco a poco. Lo tiene todo planificado, desde los purines naturales a base de ortigas y cáscara de huevo que diluirá en agua para regar las plantas y evitar posibles plagas; hasta la ceniza de la lumbre y el serrín que echará en los surcos para que la tierra sea más fértil. Considera que la alcalinidad de la tierra y su pH es idóneo para determinados cultivos. Además de las cebollas, plantará pimientos de asar y los italianos de freír, una gran variedad de lechugas y calabacines, pero lo de los tomates no lo tiene muy claro porque el frío del final del verano no favorece su maduración.

Domingo López está jubilado, tiene 75 años y este es el tercer año que cultiva los huertos. Reparte su tiempo libre entre el campo de cultivo y el campo de San Francisco, donde se encarga de tener preparada la ropa de los futbolistas del CD Naval. En estos días de faena, en los que hay que preparar la tierra para plantar cuanto antes las hortalizas, acude a su parcela a primera hora de la mañana y también al caer la tarde. Más adelante el trabajo será menos exigente, un mantenimiento quitando malas hierbas y regando cada dos días, en función de calor que haga.

José Antonio Tagle decidió apuntarse a los huertos para seguir en activo. La mayor parte de sus aficiones están relacionadas con la naturaleza, ya sea pescando, cogiendo setas, paseando por el campo o recogiendo sus frutos. Este año toca repollo, berza, lombarda, acelga, calabacines, puerros y también un espacio para las agradecidas patatas. Por otra parte, lamenta que alguna vez ha habido quien no sembraba nada pero salía con bolsas llenas. Las huertas nunca han sido lugares con seguridad. Los espantapájaros, los destellos de los CDs o la radio pueden disuadir a los animales, pero los amigos de lo ajeno no han dudado otros años en acercarse más de una vez a recolectar y comerse la pieza más vistosa que otros han cultivado.

Ana Silva está muy ilusionada con su huerto. Ha dividido la parcela en muchas cuadrículas y se intuye un concienzudo trabajo previo a mano alzada en el plano. Lo enseña como si fuera una casa de lujo de las que exhiben en los realities. Señala los lomos de los surcos y enumera la hortaliza que va a sembrar en cada zona. Para ella es una experiencia "fantástica". Además de relajarle, le gusta la verdura y de esta forma sabe lo que come. Sus padres habían cultivado la tierra pero ella nunca lo había hecho. Este año va a probar con nuevas plantas, especialmente con su particular rincón de las hierbas aromáticas.

También esta Oscar Nicanor, que es más pragmático y va a piñón con las patatas. Este año toca rotación de cultivos y cambiará la distribución de los tubérculos en la finca. El resto para cebollas, berzas o repollos pero lo principal lo tenía claro antes de mover la azada.

Por su parte, Luis Ángel Tejido, prejubilado a los 60 años, que afirma estar disfrutando de sus "cinco años gratis de vida", es de los que llevan desde la primera edición. Pero más que él es su mujer quien se encarga de la huerta. Prefiere pescar, aunque viene estos primeros días para realizar el trabajo más pesado; mover tierras, cavar, sembrar y plantar. Luego ella se encargará del mantenimiento de la parcela y de regar los nueve tipos de alubias que van a cultivar este año.

Manuel y Oscar Estébanez (padre e hijo) llevan con los huertos desde el primer año y, además de "echar el rato y desconectar", obtienen comida sana para llevarse a la boca. Este año también ha solicitado una parcela Noelia Revilla, que "no tenía ni idea de cultivar una tierra" porque nunca había tenido ocasión, pero va experimentado y ya tiene media docena de fresales y unos cuantos tomates que se sujetan sin la ayuda de las guías.

Sembrar relaciones sanas

La coordinadora Ana Juanes subraya la "satisfacción" de los hortelanos por cultivar su propia comida con el plus de que sea ecológica. Además, afloran relaciones de amistad y cooperación entre los miembros de las diferentes parcelas. No obstante, se han producido pequeños hurtos en la finca que ya han sido sancionados.

El ayuntamiento proporciona el terreno, lo ara, lo abona y lo divide en parcelas. Después publica el bando para que los interesados lo soliciten, y en esta ocasión todos los demandantes han visto satisfecha su petición. Los hortelanos se encargan del mantenimiento de su parcela y de su cultivo. Ellos adquieren los productos para sembrar y el consistorio les suministra el agua para el riego (a través de una concesión de la CHE), que extraen mediante bombeo y después la hacen llegar del Ebro al recinto. La cantidad de agua oscila en función de la temperatura y de las precipitaciones, todo ello para fomentar un consumo eficiente y racional del agua.

Desde que les han concedido la parcela este mes, los agricultores se afanan por dejar en óptimo estado la tierra. Vista Alegre es un ir y venir de gente con regaderas y katiuskas. Ropa de faena rematada con una visera para proteger la cabeza del sol y pose en jarras para medir con visión periférica el lugar que ocupará cada tipo de hortaliza. Algunos van con la azada al hombro y otros con paletas para trabajos más finos. Unos tiene callos en la palma de las manos y otros los evitarán usando guantes. Hay quien se escapa un rato a mediodía y otros cuando pueden. Los jubilados son los más madrugadores y los que menos prisa tienen por irse. Una vez que la tierra está preparada visitan las tiendas de hortalizas para comprar lechugas frescas, pimientos prematuros o cebollas por cientos. Tienen toda la temporada por delante para hacer de su huerto un lugar fértil y saludable. Un lugar para relajarse y trabajar, para evadirse y pensar, donde regar los frutos que recogerán después del verano y por los que su familia los felicitará.