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Cultura | Campoo de Enmedio

"En Campoo he aprendido a ser mejor persona"

Juan Carlos Fernández, arcipreste de Montesclaros, se despide de la comarca y recuerda lo aprendido en estas tierras "que no olvidan lo esencial"

El sacerdote Juan Carlos Fernández ha conocido y entablado relación con los lugares, personas y tradiciones de Campoo. De ellas, destaca su perfil religioso, "el sentimiento de nobleza  de sus gentes permanece unido a su capacidad de emocionarse". Un valor que no duda en admitir, se ha perdido en el resto de la región. "A los campurrianos el clima les ha hecho fuertes, pero son muy sensibles por dentro". Eclesiástico de vocación, expresa su devoción por aquellos municipios del sur de Cantabria en los que ha podido acercarse aún más a Jesús durante once años.

Nacido en una familia sencilla, Juan Carlos Fernández, recuerda sus primeros años de vida en un "pueblecito" del Valle de Iguña, en San Martín de Quevedo. Sacerdote de varias localidades de Campoo de Enmedio y de algunas de la Hermandad de Campoo de Suso durante los últimos once años, sintió la vocación religiosa desde muy pequeño, "cuando a los catorce años ingresé en el seminario menor, mi ilusión era ser como el cura de mi pueblo, el sacerdote Don Ángel". El entonces párroco de Molledo, Santa Olalla y San Martín de Quevedo era su referente. "Al principio pensaba que mi objetivo final era ser cura, ahora sé que es sólo el principio", declara. 

"Mi meta es parecerme más a Jesús y como sacerdote, acompañar a las personas a vivir la fe", por ello, ingresó en 1986 en el Seminario Diocesano de Monte Corban, cuyo ambiente propició que su sentimiento se hiciera más creíble y real. Con el paso de los años el sacerdote sólo afirma creer conocer a Jesús, "tengo que seguir profundizando en este conocimiento de amor, no tanto a uno mismo, sino al prójimo". "Y es que para nosotros Jesús es alguien real, es esa persona con la que puedo sentir y me pone en relación con los demás", explica. 

Los estudios que le llevaron a convertirse en sacerdote los realizó durante seis años en el Seminario Mayor en Monte Corban. En el año de pastoral trabajó en la Parroquia de la Asunción de Torrelavega, "allí celebré mi primer bautismo y mi primera boda".  En julio de 1996 se ordenó y le dieron su primer destino como coadjutor de Castro Urdiales. En 1998 le nombraron párroco del Valle de Guriezo y Oriñón donde estuvo seis años. Después, desempeñó durante tres años la labor de formador del Seminario del Monte Corban, "dando clases aprendí a tener más paciencia con los ritmos y los procesos de vocación de mis alumnos". "Dar catequesis  a los chavales es lo que más me gusta", detalla, "su autenticidad y originalidad me hacen sentirme joven e interpelar como vivo la fe".

"Lo que duele a la Iglesia no es el ateísmo, es la indiferencia del hecho religioso", expresa. Juan Carlos anima a valorar la misión que hace el político, el médico o el cura, "puedes compartir las ideas o no, pero aquel que hace algo por los demás desinteresadamente siempre merece reconocimiento". "El que no es creyente tiene sus razones y se puede hablar a nivel humano", también cuando se introduce en la conversación la imagen de la Iglesia como institución, "hay situaciones que son ciertamente escandalosas, pero se tiende a la generalización porque en los casos particulares la gente reconoce que el cura de su pueblo no es así". "A veces, tenemos una visión parcial y pobre de la Iglesia debido a que nos quedamos con lo que nos dicen los medios de comunicación". "Hay que conocer la realidad", revela, "en un bosque se nota cuando un árbol se cae, pero cuando crece no hace ruido".

A Campoo vino hace 11 años a sustituir al cura Juan Carlos Velarde. En un principió se requirió su labor en Matamorosa, Bolmir, Cervatos, Villaescusa, Retortillo, Celadas Marlantes y Fombedilla, hasta que dejó las dos últimas localidades y comenzó su labor en Fontecha, Aradillos, Nestares y dos pueblos de la Hermandad de Campoo de Suso, Izara y Suano. Además, estaba a cargo del Arziprestadgo de Nuestra Señora de Montesclaros que abarca de Valderredibe hasta Iguña.

"Pienso y digo de corazón que en Campoo he aprendido a ser mejor persona". El sacerdote describe a los campurrianos como trabajadores que van a lo esencial. "Algo que me llamó especialmente la atención es su costumbre de preguntar siempre que tal estaba", relata, "como diciendo, me importa que tú estés bien". Para él es una cualidad "que no se debe perder". Sin embargo, los jóvenes no se acercan tanto a esa peculiaridad, "son muy cómodos y se conforman con lo que les da la sociedad". Pero le sorprendía su falta de prejuicios cuando, yendo por la calle, se encontraba con ellos y le saludaban, "son capaces de ver a la persona, pero quizás están tan ocupados en sus asuntos que les cuesta involucrarse con Jesús".

La dificultad de su trabajo es una situación que se extiende por toda Europa y está relacionado directamente con "el salto de la fe". "En ocasiones, te sientes utilizado porque la gente se vuelca mientras está en un proceso de formación pero luego desaparece", apunta. Pero puede que todo sea más sencillo y que simplemente la fe, "no sea cosa de números, ni de multitudes". "Decía un obispo de Santander que a contar se empieza con uno", y es que, a lo mejor, "sólo tenemos que aprender a valorar lo que tenemos".

Un conjunto de vivencias que de repente quedaron en el recuerdo cuando recibió la llamada del obispo,"me pidió ser Delegado para el Clero en Santander". Su nueva misión va a ser acompañar a los curas jóvenes y visitar a los sacerdotes mayores en nombre del obispo, mientras gestiona las parroquias de Ajo y Arnuero.  El pasado domingo 9 de septiembre, le despidieron en un acto en el que "se sintió muy querido y acompañado por todos". También este pasado viernes se celebró una comida de despedida en el restaurante del campo de golf de Nestares.

También le han agradecido su dedicación aquellas personas a las que ha acompañado en los pueblos campurrianos. Por ejemplo, los niños de religión del Colegio de Matamorosa la han entregado dibujos donde han plasmado lo que el clérigo les sugiere, o los vecinos de varios de los pueblos en los que se encomendó han reconocido su labor. "Gracias Juan Carlos por tu sonrisa", le escribía una de las niñas en un papel que no sólo plasma la alegría sino el agradecimiento inocente por la inquietud cumplida.