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Cultura | Reinosa

La vanguardia contra el fuego

Carlos Blázquez, Manuel Cano, Rafael Arenas, Juan Manuel Gutiérrez, Julio Estébanez y José Antonio Caíña redescubren la historia de los Bomberos Voluntarios de Reinosa

La sirena sonaba y los bomberos voluntarios de Reinosa dejaban sus quehaceres, había un incendio. Carlos Blázquez, Manuel Cano, Rafael Arenas, Juan Manuel Gutiérrez, Julio Estébanez y el miembro fundador, José Antonio Caíña, no lo olvidan. Trabajadores de La Naval, destacaban por su destreza en la conducción o en la construcción, "buscaban gente con experiencia en una labor", resalta el último jefe de la organización Carlos Blázquez. En ocasiones, los comienzos eran inesperados, como el de Tomas Plaza, que para demostrar sus cualidades escaló por la pared hasta el tejado. 47 años de actividad que se reducen en una única convicción, tener la satisfacción de haber cumplido con su labor de la mejor manera posible.

El parque de bomberos voluntarios de Reinosa abrió sus puertas en 1955. Los últimos vestigios de seguridad en materia de incendios se remontaban a 1929, cuando los serenos, tras reducir las llamas, acudían al parque situado en el Barrio de Mallorca a guardar la motobomba inglesa Lafi. Pero al finalizar su cometido Campoo quedó desprotegido. Dos incendios graves, uno en una casa particular cerca de La Casona en 1953, y otro detrás del Ayuntamiento un año después, alentaron al concejal, Arturo Rodríguez, ingeniero de La Naval, a realizar una petición formal para crear un cuerpo de seguridad voluntario que lidiara con las situaciones de extremo.

Inmediatamente se formó una organización liderada por Valeriano Castro Ruiz, que estaba constituida por hombres de oficio especializados en albañilería, mecánica o carpintería. Habilidades que acompañaban con ingenio necesario. Al principio, para el trasporte se utilizaba el camión de la basura que conducía el también bombero voluntario Michelin, "era un poco antediluviano", recalca Blázquez.

El primer parque estaba situado en la antigua cárcel, ellos mismos fueron los encargados de construir los garajes. El último jefe de bomberos aún recuerda las rifas que se llevaban a cabo para conseguir fondos, "con lo que sacábamos compramos, entre otras cosas, las pellizas de cuero". Pero cuando comenzaron las obras del por aquel entonces nuevo colegio Casimiro Sainz, tuvieron que trasladarse y dividir el material hasta 1974, "el vestuario lo teníamos en el colegio Matías Montero y el garaje en el Parque de Obras Públicas", explica Manuel Cano. Por aquel entonces Antonio Pera Fernández ya había sucedido a "Nano" en la dirección.

En el segundo año de la década de los setenta el Ayuntamiento de Reinosa y La Naval registraron una asociación en el Gobierno Civil que facilitaba el funcionamiento del parque de Bomberos Voluntarios. Lo trasladaron a la fábrica. Era como si les hubiese tocado la lotería y es que, además, la calidad del equipamiento aumentó. Gracias a la Diputación adquirieron un Land Rover con un depósito de 600 litros y mediante la venta de rifas un camión Avia.

En un momento en el que la calidad del equipo era ya óptima, poseían un pegaso que trasportaba 6000 litros de agua, el 112 se instaló en la capital campurriana. No les comunicaron que prescindían de ellos, simplemente los avisos de incendio empezaron a disminuir periódicamente y cuando les llamaban era de apoyo, "el 112 no tenía motobombas auxiliares, y nosotros teníamos tres", aclara Cano. "De repente, no nos dejaban entrar al parque, pues fíjate si estaba finiquitado", declara Blázquez, de hecho, "la anterior alcaldesa se llevó las máquinas, que no eran de ella", expresa Cano, "las compramos los bomberos con ahorros propios para mejorar la dotación del parque".

El trabajo estaba divido en escuadras dirigidas por un responsable, una manejaba la manguera y otra se encargaba de tirar el agua al edificio, "éramos alrededor de 15", recuerda Blázquez. Con el objetivo de tener controlados todos los materiales, tenían que correr más que el fuego, por lo que se nombraba a un responsable de máquinas y otro de vehículos. Estaban alerta a cualquier hora, si era necesario acudían con sus propios automóviles en el caso de que el camión se hubiera puesto en marcha. Juan Manuel Gutiérrez Terán no olvida el incendio de la Botica de Aguilar de Campoo, "casi se cae un tabique encima de Cano y Blázquez".

Lugares emblemáticos de Reinosa como el Teatro Principal, la Casona o el antiguo Hospital presenciaron la actuación de los Bomberos Voluntarios. Afortunados de no haber asistido a demasiados incendios en los que fallecieran personas, no pierden la consciencia de la labor que han desempeñado. Manos que sin querer queriendo han formado parte de la construcción de Campoo, se reafirmaban continuamente en su única intención, vencer a las llamas sin olvidar que detrás de cada pared se resolvía la vida de una persona, una familia, una ciudad. Seis voces de manguera en mano que descubren y redescubren una organización cuya huella nunca será imperceptible.