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ESPACIOS REVIVIDOS | Cultura

Andando por las ramas

Andando por las ramas

Sección periódica de cultura

Hablar de vegetación es hablar de vida. Tal es así, que sentimos la necesidad de introducirla en nuestros espacios para compartir su belleza y, paradójicamente, humanizar nuestro entorno más cotidiano, porque son el elemento natural más fácilmente domesticable. Las plantas, todas ellas, nos conectan con la experiencia más profunda como seres vivos, son un símbolo de la naturaleza, denotan su estado de salud, pasan a ser un punto de referencia en el mapa de nuestra memoria visual, muchas veces asociadas a pasajes concretos de la experiencia personal. En la vida de todos los seres humanos hay algún árbol, bosque, pradera, arbusto, flor o forma vegetal cualquiera que fue testigo y memoria imborrable de emociones.

Lo que podemos experimentar a través de las plantas de forma individual, como vivencia subjetiva, se traslada también al ámbito social, comunitario. No es solo la calidad medioambiental, sino también el nivel de desarrollo, casi diríamos de civilización, lo que una vegetación denota. Si de las ciudades hablamos, son sus parques y zonas verdes un referente que puntúa en la valoración de la calidad de vida que sus habitantes disfrutan. Si se trata de entornos rurales, sucede algo similar, aunque en este caso gran parte de la vegetación acaba siendo valorada como un activo económico, por su posible explotación directa o por el papel indirecto que juega en beneficio de los usos agrarios o turísticos. En definitiva, no exageramos si decimos que la sensibilidad respecto a las plantas es una muestra clara de cultura.

¿Qué atención merece actualmente la vegetación? La impresión general es que cada vez se valora más, o quizás cabría decir que se intenta valorar más. Una sencilla reflexión respecto a nuestra ciudad: los espacios verdes más emblemáticos (parques de Cupido y Las Fuentes) están en nuestra memoria desde siempre, aunque notablemente transformados en los últimos años. Otros, como el Campo Colorado o el Pozo Pozmeo, también han sufrido importantes remodelaciones. Sin embargo, su pervivencia en el tiempo hace que estos lugares sean evocadores por sí mismos, casi por la fuerza de su simple nombre, sin que los cambios añadidos menoscaben nuestra vinculación emocional con ellos. La nota común es que son espacios verdes periféricos (Cupido puede ser la excepción). Reinosa carece de espacios verdes significativos en una parte importante de su casco urbano. La desaparición de los "jardinillos" ubicados frente a la parroquia nos privó de una imagen de referencia para muchas generaciones de campurrianos. Oro elemento vegetal característico, el arbolado de las aceras, aparece muy localizado en ciertas zonas de la ciudad. En esto la responsabilidad es de todos, especialmente de los que se retratan con hazañas vandálicas y de quienes planifican, claro está.

¿Y en otros lugares? ¿Quién no tiene un recuerdo de vivencias en alguna chopera próxima al río, o en aquel bosque por el que te adentrabas, siendo niño, lleno de curiosidad y temor, sobresaltado ante cualquier ruido? Cuando hoy regresas a esos lugares, la mayor satisfacción es encontrarlos como los recordabas, identificar al menos una parte de ellos, sentir que los años no han borrado totalmente las huellas de tu pasado. Y al contrario, es descorazonador descubrir que la chopera fue talada y no se repobló, que aquel sendero que el ganado conservaba abierto hoy se ha perdido, convertido en maraña impenetrable.

Tenemos la suerte de vivir en esa zona de la Tierra donde las estaciones están bien marcadas y, por tanto, los paisajes cambian drásticamente cada pocos meses. Estos cambios que entran grandiosos por nuestra retina, tan sentidos y admirados, son, sobre todo, consecuencia de la vegetación, que nos renueva el decorado para que la vida sea más agradable. Hay que agradecérselo.